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domingo, 6 de agosto de 2017

Vuelta al Aneto 2017 (GTAP 2017)

Aunque no fuera a través de este blog, aunque sí lo hice en la intimidad, hace dos años, tras terminar la Vuelta al Aneto 2015, repetí una y otra vez que no volvería, que era muy duro, que era muy larga... Total, que este año cambian el final del recorrido, me hacen los dientes largos y... allá que me vuelvo, a romper otra promesa. La carne es débil, y más la mía, qué le voy a hacer. Además está la presión del grupo (mis incansables compañeros del Club Atletisme Alcoi, Secció de Muntanya): que cómo no vas a ir, que si vamos todos, que verás cómo nos lo pasamos, que si te voy a pulir, que si haré toda la carrera contigo para esprintar en el último kilómetro y ganarte... No tengo personalidad, o la tengo muy débil. Así que, en julio, a Benasque.


Aquí no estamos todos los que somos

Es el cuarto año que corro allí (2013 y 2014 corrí la Maratón de las Tucas, aquí el enlace de la entrada que hice en su día, y en 2015 la Vuelta al Aneto) y no dejo de sorprenderme del sarao que se monta allí. El evento, en la que ya es su quinta edición, ha crecido de forma espectacular, y consta de 5 pruebas: el Gran Trail Aneto Posets, de 105 km y 7.000 metros de desnivel positivo acumulado, la Vuelta al Aneto, con 55 km y 3.600 metros de desnivel positivo, la Maratón de las Tucas (42km, 2.500m+), la Vuelta al Pico Cerler (25'5km, 1.250 m+) y la Vuelta al Molino de Cerler (12'5km, 450m+).
El ambientazo que nos montamos allí los compañeros del club y familiares que nos acompañaban fue fantástico.
En cuanto a la carrera, tras haber visto a los titanes del Gran Trail en la salida de las 12 de la noche del viernes 21 (ahí teníamos a Raúl, Iván y Moski), y tras una noche en duermevela, a las 7h del sábado 22 nos dábamos cita los 800 corredores de la Vuelta.

Arropando a los titanes


A punto de salir (falta algún despistado en la foto)

Asomarte a la calle y ver Benasque envuelto en la niebla, más cuando tienes por delante un recorrido de ese calibre, tiene un puntazo increíble (eso lo digo ahora, porque en ese momento no me hizo ninguna gracia). Carrera en fila de uno y la niebla que se disipa acercándonos a los Llanos del Hospital (donde nos esperan familiares para animarnos). Llegamos a la Besurta y ya hace sol (otra vez las familias que han cogido un autobús y nos han "pillado" por los pelos). Con la tripa revuelta, pero poniendo la mejor cara que puedo, afrontamos la subida a la Renclusa, primer avituallamiento, donde nos juntamos prácticamente todos.


Paso por los Llanos del Hospital

Llanos del Hospital (foto de Miguel Ángel Torondel)

 El caldo y la comida arreglan un poco lo de mi tripa, en un avituallamiento que me tomo con mucha calma y del que todos, excepto Esteban, salen antes que yo. Tras la subida al Coll de l'Anclusa y posterior descenso al Pla d'Aigualluts, me quedo solo. Larguísima subida al collado de  Salenques (que disfruto como nunca), dificilísima y muy técnica bajada del mismo collado (que sufro como siempre) y posterior pájara hasta el collado 2.706 en la que pierdo hasta el apellido. Allí me atienden en un puesto médico por un golpe en el tobillo que me di subiendo a Salenques, nada grave, aunque duele. Cuando llego al Refugio de Cap de Llauset procuro comer bien y descansar. Allí llega Juanjo a quien había superado subiendo a Salenques, con bastante mala cara. Salimos juntos de allí camino del Collado de Ballibierna.

 En el collado de Ballibierna
Con Juanjo en el mismo collado

En el descenso hasta el refugio de Coronas, tercer avituallamiento, Juanjo va a más, yo a menos. Una vez allí le digo que siga, que necesito descansar. Aún falta subir la Tuca d'Estiba Freda. Llevo 12 horas de carrera y aún me falta subir un desnivel de más de 700 metros y hacer un descenso de unos 1.400. La subida a Estiba Freda, tramo añadido este año a la carrera, me parece espectacular. De aspecto casi volcánico, la sierra se muestra como un balcón espectacular hacia toda la cara sur del macizo de las Maladetas, con el Aneto como rey indiscutible del decorado. Más al este, la serpenteada pared de la Tuca de Culebres y el Ballibierna se alzan majestuosos frente a las últimas luces del día.
20:30 horas y llego a la cima entre los ánimos de los voluntarios.

Cumbre de Estiba Freda

El descenso, al principio cómodo y rápido, poco a poco va ganando pendiente y se convierte en un descenso interminable, incómodo y durísimo. La llegada al bosque coincide con la caída de la noche. Hago todo el descenso junto a Carlos, un chaval de Madrid muy majo, que agradece no hacer todo el descenso solo y a oscuras. Finalmente, llegados al valle llamo por teléfono, me quedan un par de kilómetros. En la meta están todos esperándome (es lo que tiene llegar el último del club). En la Avenida de los Tilos, alguien me coge de la mano, es Gemma, que me acompaña los últimos metros con mis compañeros haciendo un pasillo. Han pasado 16 horas y 46 minutos, son casi las 12 de la noche, pero el reto está logrado.


Foto de familia

Ahora lo dejaré escrito: el año que viene no vuelvo... o sí.

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