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jueves, 19 de agosto de 2021

Tempestades, Margalida y Russell.


Vivimos tiempos extraños. Tiempos en que las personas hemos invadido los espacios naturales. Tiempos de colas y atascos para acceder a ciertos parques naturales. Mas no sólo colas en carreteras. También en los accesos a las montañas más altas. Colas en el Puente de Mahoma para acceder al Aneto (para cuándo una maquinita expendedora de números como en la pescadería); colas en Monte Perdido por su vía normal (sí la de la canal oeste, la de Góriz). Tiempo de masificación en el que el modelo de sol y playa parece trasladarse a las montañas. Tiempo en el que no es extraño ver alpinistas con material "full equip" (crampones, piolet, cuerda y demás equipo) compartir ruta (y glaciar) con personas en zapatillas, camiseta de tirantes y mochilita de Port Aventura con una botellita de agua, gafas de sol y poco más. Tiempos en los que muchos te cuentan orgullosos haber hecho tal o cual circuito prefabricado de vistoso nombre comercial, pero incapaces de responder a cualquier pregunta sobre dónde han estado realmente o sobre por dónde han pasado (ni preguntes por los mapas, ¿eso que c... es?). Tiempos en los que uno en casa, más que preguntarse "¿qué montaña me apetece subir?", se pregunta ¿dónde encontraré menos gente?

Pues os anuncio una noticia. Es posible pasar un fin de semana en julio en el Pirineo, en el Valle de Benasque, en el mayor macizo de la cadena y no encontrar prácticamente a nadie. ¡Aún se puede! Y con la posibilidad de subir hermosas montañas por rutas igualmente hermosas en las que sentirse cara a cara y en soledad con la montaña, en compañía de unos pocos amigos que comparten tu amor por la montaña de una forma más íntima, más tranquila, sin necesidad de hacer la foto de rigor a toda velocidad porque hay que dejar paso al siguiente que aguarda (im)paciente su turno.


El viernes 16 de julio hacemos el viaje de tarde y nos toca dormir junto al coche, cerca de Sesué, para la mañana siguiente coger el autobús de las 7:15  que sale de Benasque hacia Puente de Coronas.



La subida en autobús por la pista de Vallibierna tiene vistas espectaculares y vertiginosas. Algunos prefieren no mirar por la ventanilla. Otros lo disfrutan.

Preparando las mochilas junto al Puente de Coronas. Foto Natxo S.

Refugio de Coronas con Vallibierna de telón de fondo.

Desde el inicio seguimos las marcas blancas y rojas del GR-11 que nos guían hacia el este, y nos conducen a la Pleta de Llosás, donde torcemos a la izquierda hacia el valle y el ibón de Llosás, donde planeamos pasar la noche. 



Vallibierna


Foto Natxo

Foto Natxo S.

Justo antes de llegar a la Pleta de Llosás aparece antre nuestros ojos el rey del Pirineo, el Aneto, y algunos de sus satélites, objetivo de este viaje, como son el Tempestades o el Russell.


Pleta de Llosás

Pleta de Llosás

En unas dos horas de paseo tranquilo llegamos al Ibón de Llosás. Encajonado entre la Cresta de Llosás y la Cresta sur de Tempestades, el ibón se encuentra en un enclave privilegiado. Allí decidimos abandonar el peso (tienda, sacos...) y hacemos una parada para comer algo.
Ibón de Llosás

Tomando un café. Foto Natxo S.

Aligerados de peso, nos lanzamos hacia el ibón superior de Llosás desde donde nos internaremos en un mar de roca que nos llevará hacia el Tempestades, primera cumbre de la jornada.

Ibón Superior de Llosás

El juego y la tertulia de identificar las cumbres y collados circundantes, mapa en mano, que no falte nunca.

Sobre nuestras cabezas, el Tempestades, a su izquierda, aunque poco destacada en esta imagen, el Margalida.

El terreno es cada vez más rocoso y la pendiente cada vez mayor. Foto Natxo S.

Natxo y yo nos quedamos algo rezagados. La subida se nos está haciendo dura y no volveremos a ver a Nacho y a Iván hasta la cumbre.

A nuestra derecha vemos la "diagonal" que asciende al Russell

Natxo atravesando un nevero...

...y yo también. Foto Natxo S.

Alguna corta canal nos obliga a usar las manos y a poner toda nuestra atención.

Foto Natxo S.


Foto Natxo S.

Al llegar a la arista cimera se abre ante nosotros un panorama que quita el hipo.

Natxo, en la arista, con el Margalida a su espalda y con el glaciar de Tempestades a sus pies.


Trepando hacia la cumbre. Foto Natxo S.

Foto de Cumbre con el Aneto al fondo. De izquierda a derecha Javi (yo), Iván, Natxo y Nacho. Pico Tempestades, 3.278 m. (Foto Natxo S.)

Admirando las vistas hacia el Norte. El Panorama hacia el Valle de Barrancs, Salenques, Vall d'Arán, Vall de Boí.

Con buen zoom, vemos a algunos montañeros sobre el Aneto. Foto Natxo S.

El Aneto. Foto Natxo S.

Discutimos sobre cómo enlazar Tempestades con Margalida por la cresta. Natxo no lo ve claro y yo me encuentro muy cansado y decidimos bajar hacia el Russell evitando el Margarida. Tengo un poco de pájara y no me encuentro seguro para ponerme a trepar por crestas. Nacho e Iván continúan hacia el Margalida mientras nosotros los observamos desde nuestro descenso.


Vista hacia el Margalida y su cresta, hacia donde descienden Iván y Nacho. Foto Natxo S.

Alguna sección de la cresta requiere de toda la atención. Foto Iván.

Iván en la cumbre.

Turno de Nacho. Fotos Iván

Iniciando el descenso.

Durante nuestro descenso, Natxo y yo veíamos en todo momento la progresión de nuestros amigos y Natxo aprovechó para fotografiarles desde abajo.

Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.


Foto: Natxo S.

La canal de la vía normal por la que bajarán Nacho e Iván. Foto: Natxo S.

No pierdo detalle de lo que pasa sobre nuestras cabezas. Foto: Natxo S.

Poco después de reunirnos nos dirigimos a la estrecha canal diagonal que accede al Russell. Yo estoy algo más recuperado tras haber comido y descansado en el Tempestades. La diagonal en cuestión nos parece un acceso precioso a esta cumbre, el tresmil más oriental del macizo de las Maladetas.

Buscando la entrada a la diagonal. Foto Iván.

Entrada a la diagonal, con una fácil trepada.

Yo en la trepada. Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.

Foto Iván

Foto: Natxo S.

Nacho e Iván superando el bloque empotrado en el medio de la canal. Se trata del único punto que entraña un poco de dificultad, especialmente en el descenso.


Tras superar la diagonal, muy entretenida y estética, sólo una pequeña pedrera nos separa de la cumbre. ¡Lo hemos conseguido! Tras un día en el que no me he encontrado muy bien y tras las tentaciones de descender después de coronar Tempestades, la cumbre del Russell me parece una liberación. Creo que nunca lo había hecho antes, pero en el Russell llené mis pulmones y grité. ¡Qué gusto!

Cumbre del Russell: 3.205 m. Foto: Natxo S.

Me han cazado con la cámara. Foto: Natxo S.

Es hora de descender. Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.

Foto: Natxo S.

Finalmente llegamos al Ibón de Llosás. Nacho e Iván, como están más fuertes que el vinagre de cooperativa, llegan bastante antes que Natxo y yo. Al llegar nos encontramos con la sorpresa de que ya han montado la tienda. ¡Si es que hay que quererles!

Junto al Ibón de Llosás

Y una todo organizado, sólo quedaba cenar, y celebrar las tres (o dos, según quien) cumbres conseguidas. Y sobre todo celebrar la amistad y el amor por la montaña que los cuatro compartimos. Así da gusto.

Y si encima hay vino... Foto: Natxo S.

...¡brindis por nosotros!

Y tras el descenso hasta Senartra el domingo por la mañana, no podía faltar un bañito en el Ésera, que hace calor.

Y con esta refrescante imagen finalizo esta entrada retomando la reflexión que he hecho al inicio. Todavía quedan en el Pirineo (incluso en el valle de Benasque, incluso en el macizo de las Maladetas) lugares que descubrir. Sólo hay que imaginar (muy poquito, no hace falta hacer escaladas imposibles) y no quedarse en los lugares de moda, para descubrir lugares solitarios y de belleza sobrecogedora.

Nos vemos en las montañas.

































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