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miércoles, 22 de julio de 2020

Balaitús, por la Brecha Latour y bajada por la Gran Diagonal



No parece que este relato vaya a ser como los demás. Y es que ni el Balaitús es una montaña como las demás, ni la actividad que vivimos fue como las demás ni las condiciones en las que las hicimos fueron como las demás.

Me cuesta explicar lo vivido el fin de semana del 17 al 19 de julio pasado, pues tengo sentimientos encontrados. Cuando todo se nos puso en contra, fuimos hacia adelante y finalmente todo nos salió bien. Pero mentiría si dijera que disfruté. No lo hice. Aunque como decía el escalador británico Mo Anthoine: "Si esperas disfrutar cada día, mejor olvídate de la montaña".

Sé que lo que voy a decir puede sonar a exagerado, y es que las experiencias en montaña (como en otros ámbitos de la vida) son muy subjetivas en función de quien las viva, de su experiencia, de su técnica y de muchos otros factores. En esta escuela de vida, que son las montañas, éstas ponen a cada uno en su sitio. Y es que para mí, esta es la ascensión más difícil que nunca he hecho en Pirineos. Dura físicamente y de un cierto nivel técnico (eso sin sacar la cuerda de la mochila). Quizá técnicamente no era tan difícil, pero la sensación de exposición al vacío durante la ascensión en la Brecha Latour, puso a prueba mis habituales nervios y miedos, aunque he de decir que, en esta ocasión, aprobé con nota. Y decía que puede sonar exagerado, pues viendo muchos de los montañeros con los que nos cruzamos en la citada brecha, su facilidad de movimientos, su tranquilidad y su forma de moverse en aquel, para mi, inhóspito lugar, da buena cuenta de lo relativo de los miedos y capacidades de cada uno. La montaña siempre es una buena cura de humildad, que nos recuerda lo pequeños que somos, y lo muchísimo que nos queda por aprender (todo prácticamente) cuando creemos ser buenos en algo, y cualquiera nos muestra lo "fácil" que es lo que tú haces.


La primera dificultad que nos encontramos, fue de horario. Por motivos ajenos a nuestra voluntad, nos  vimos obligados a salir de Alcoy a las 5 de la tarde, con lo que llegamos al Embalse de la Sarra, en Sallent de Gállego, hacia la 1 de la mañana. Con la intención de acortar la jornada al día siguiente, y a la luz de los frontales nos dirigimos hacia el Llano Cheto, camino de Respomuso, donde pretendíamos plantar la tienda. Pero la oscuridad provocó que nos pasáramos del lugar planeado y fuéramos hacia delante y hacia atrás hasta encontrar el lugar adecuado, en un pequeño hayedo junto al citado Llano Cheto. Cerrábamos el saco pasadas las 4 de la mañana.


El cansancio del viaje y las horas intempestivas nos ralentizaron y empezamos nuestro camino hacia Respomuso el sábado a las... ¡9:45 de la mañana! Empezamos mal.


A pesar del calor, el camino hasta el Refugio de Respomuso es bastante agradable, con abundancia de agua durante todo el recorrido. 

 Mirada atrás hacia el valle.




 Impresionante pirámide del Llena Cantal sobre la presa de Respomuso

A medida que nos acercamos a la presa de Respomuso, empiezan a emerger las pirámides rocosas que la rodean. Un paisaje que hemos visto miles de veces en fotografías, pero que ahora vemos con nuestros propios ojos.

 Llena Cantal, 2.939m.
 La vista, una vez alcanzado el ibón, impresiona. De izquierda a derecha vemos la Gran Facha (3.005m), Campo Plano (2.717m.) Llena Cantal (2.939m.), Piedrafita (2.959m.) y Tebarray (2.893m.).

 Refugio de Respomuso, a 2.200 m.

Al llegar tras el refugio de Respomuso, aparece el barranco que nos lleva hacia el Balaitús y las Frondellas. Es buen momento para hacer una pausa para comer. Aunque es tarde, llevamos buen ritmo y vamos cumpliendo con los horarios previstos. Pero a partir de este punto, esto cambiará.

 Barranco de Respomuso. Al fondo se divisa una pequeña sección de la espectacular cresta del Diablo.

Aprovechando la pausa para admirar el paisaje. Al fondo, la pirámide de la Gran Facha. (Foto Nacho)

 Cresta del Diablo

 Vista atrás hacia Respomuso. Entre las cumbres, se aprecia la blanca marmolera de los Picos del Infierno.

A partir de la incursión en el barranco de Respomuso empiezo a notar que algo no va bien. A Nacho, tan fuerte siempre, le cuesta avanzar. Es raro que yo vaya delante y esperándole. Eso suele ser al revés. Se para continuamente y descarga el peso de su mochila sobre las rocas. Se queja de una contractura en la espalda, que le refleja en el pecho y le dificulta respirar. Además, creo que nos hemos excedido con el peso. Demasiados "por si acaso" en la mochila. Y una cuerda demasiado larga para esta actividad. Pero es la que tenemos.

 Las llameantes y tridentinas torres que dan nombre a la Cresta del Diablo no dejan de atraer nuestras miradas.

 En este mar de piedra, el Balaitús no se deja ver, aunque empezamos a intuir que se acerca. La Cresta de Costerillou, que enlaza con la del Diablo, se alza ante nosotros, sobre el circo de Vuelta Barrada.

 Ibón de Esclusera

A punto de superar el contrafuerte de la Aguja Cadier, que nos permitirá divisar la Brecha Latour (Foto Nacho)

 Nacho progresa por las pedreras que se acercan a la Brecha Latour.

A cada paso que damos, nos cuesta más en dar la vuelta. La subida nos ha parecido durísima y el sólo hecho de bajar por el mismo sitio nos empuja hacia arriba. Pero al mismo tiempo, cada paso nos hunde en la sensación de que estamos metiendo la pata. Se hace tarde, muy tarde, y en una de las paradas descubro que he dejado olvidado el frontal y hoy hay luna nueva. Si cae la noche antes de llegar a la tienda, tocará "noche toledana".

Nacho tras ponerse los crampones, nos dirigimos a la Brecha Latour.

Panorámica de las crestas de Costerillou y del Diablo

Grandes neveros defienden la Brecha Latour. Prudencia manda y nos ponemos los crampones. No me siento seguro y guardo la cámara en la mochila. La réflex ocupa mucho y molesta más. Necesito las dos manos y nada que me distraiga. Por lo tanto, y muy a mi pesar, no tengo ninguna foto del ascenso hacia la base de la Brecha. Vemos cordadas rapelando hacia abajo. Nosotros, con alguna dificultad, logramos llegar a la base de la Brecha donde se ha formado una pequeña rimaya, en la que nos refugiamos para comer algo. Me coloco el casco, y es que la caída de piedras es constante provocada por lo que están más arriba de nosotros. Alguien nos recuerda lo tarde que se nos ha hecho. Somos conscientes. Pero estamos convencidos de que saldremos mejor hacia arriba que volviendo atrás. La rampa nevada que acabamos de superar, aunque puede rapelarse, da vértigo desde arriba. Qué diferente es subir que bajar.

 Descansando en la rimaya en la base de la Brecha Latour.

La base de la Brecha Latour es un lugar impresionante. Pocos lugares recuerdo con ese ambiente (ninguno, diría yo). Saco la cámara y hago un par de fotos, no más. La vuelvo a guardar. Siguen bajando cordadas y mientras pienso impresionado en el lugar en el que me encuentro y en la ascensión a la Brecha que nos queda por delante, con una mezcla de ánimo y temor, un chaval nos comenta que vienen de encadenar las crestas del Diablo y Costerillou, con un vivac mediante. La naturalidad con lo que lo dice me hace pequeño. Las maniobras de descenso del resto de la gente tanto con cuerda como sin ella, me recuerdan lo mucho que tengo que aprender. Aunque las cuatro o cinco cordadas que nos cruzamos rompen la paz del lugar, en el fondo me reconforta su presencia, así como la seguridad con la que se mueven.

Nos adentramos en la brecha, limpia de nieve, lo que nos obliga a superar un par de resaltes no sin cierta dificultad y con la inestimable ayuda de algún cordino abandonado en la pared. No son pocas las piedras que nos tiramos unos a los otros. El casco, imprescindible.


Tras superar el primer resalte (Foto Nacho)

 Sobre el segundo resalte (Foto Nacho)

Tras superar los resaltes, a nuestra derecha aparecen las famosas clavijas, antes de llegar a la misma brecha, que nos permiten atacar la pared derecha para ganar el resalte superior desde el que veremos, por fin, la cima.

Superando el tramo de clavijas (Foto Nacho)

Después de las clavijas, la trepada se hace más fácil, aunque se mantiene bastante expuesta y vertiginosa, hasta llegar a la parte superior de la brecha.

 En la trepada superior (Foto Nacho)

 (Foto Nacho)

A partir de este momento, un terreno rocoso e inestable, y todavía cargado de nieve en muchos tramos, se nos hace interminable. La media hora que nos habían dado de referencia se convierte en casi una hora. Tras la tensión de la Brecha, en la que me he encontrado bastante suelto, por cierto, las pilas se acaban.
Palas de nieve rumbo a la cumbre. Al fondo se aprecia el espolón al que salimos sobre la Brecha Latour. (Foto Nacho).

Llegamos a la cumbre tardísimo. No sólo hemos salido tarde sino que hemos sido bastante lentos. Pisamos la cumbre hacia las 17:15. En la cumbre, dos vascos que van a vivaquear en ella nos animan. Me obsesiona bajar rápido, pienso una y otra vez en el frontal olvidado. Pero hay que comer algo. Comer y beber. Necesitamos "gasolina". A pesar de la vista, sobrecogedora, no disfrutamos de la cumbre. Aún así me obligo a detenerme un momento para mirar a mi alrededor y logro identificar muchísimas montañas de las que nos rodean: Veo el Pic du Midi, el macizo de Neouvielle, el Vignemale, el circo de Gavarnie con el Taillón y los Gabietos, la Gran Facha, Infiernos, Garmo Negro, Algas y Argualas, Sierras de Tendenera y Partacúa con la espectacular pirámide de Peña Telera, Collarada, La Sarra, Palas, el imponente, solitario y deseado Midi d'Ossau... y más lejos, el Bisaurín, Mesa de los Tres Reyes y el lejano Anie, en pleno Pirineo Navarro.

 El macizo de Vignemale domina el horizonte.

 La oscura silueta del Midi d'Ossau



Poco antes de las 6 y tras haber comido y descansado, salimos hacia la Gran Diagonal. Un corredor en forma de L que sale prácticamente de la cumbre nos empieza a dificultar el descenso. Para evitar tirar piedras sobre dos montañeros que suben (y que también dormirán en la cumbre), nos desviamos un poco a la izquierda, lo que aumenta las dificultades y hace crecer la tensión. Finalmente logramos volver al fondo de la canal. Algunos destrepes nos ponen los nervios de punta. Esto no es tan fácil como contaban, pero bajamos, hasta llegar al inicio de la Gran Diagonal. Curiosamente este tramo, aunque muy incómodo, me parece más fácil y menos peligroso que el canal superior. 

Evitando un pequeño nevero en la canal superior (Foto Nacho)

Descenso por la Gran Diagonal (Foto Nacho)

Durante el descenso por la Gran Diagonal, empiezo a notar algo raro en mi pisada y compruebo que he roto la suela de la bota. Ya eran muchos años de desgaste. Estoy por encima de los 3.000 metros y sólo pienso si aguantará hasta abajo. 

 Pico de Arriel sobre el Ibón Chelau, hacia el que nos dirigimos.


 Hacia el Ibon Chelau.

Llegando a los neveros que defienden el Ibon Chelau, pierdo pie, el bastón se queda entre piedras, se parte y me voy de cara. Estoy bien excepto por alguna magulladura, así que guardo definitivamente la cámara (que llevaba al cuello en el momento de la caída) y no hay más fotos del descenso. Nacho encuentra una variante que nos permite evitar la cabecera del Ibón Superior de Arriel y llegar a la zona de desagüe del lago. Andamos lo más rápido que podemos cruzando el Ibón Inferior y otros pequeños ibones que lo rodean y miramos con envidia a los que allí encontramos acampados. Entramos en el barranco de Arriel alrededor de las 9 de la tarde, ya sin sol. Llevo altímetro en el reloj y Nacho, cada poco, pregunta por la altitud casi obsesivamente. En este tramo sí que bajamos rápido, pero dudamos llegar a tiempo con luz. Nos adelanta un grupo al que nos esforzamos por seguir el ritmo. Seguro que ellos llevan frontal. Así, con la lengua fuera, los pies llenos de rozaduras, y las botas milagrosamente enteras, llegamos al cruce del GR que nos conduce hasta la Sarra. Tras cargar agua en el torrente del Barranco de Arriel, casi a tientas, llegamos a la tienda salvadora.

Tras doce agotadoras horas, le hemos ganado la carrera al sol.


El domingo, tras levantarnos bastante tarde y tomarnos las cosas con calma, volvemos hacia la Sarra donde tenemos el coche, ahora sí, pudiendo fotografiar todo este tramo que subimos de noche.

 Llano Cheto


 Paso del Onso

 Tráfico en el Paso del Onso. Toca quedarse pegado a la pared.


 Llegando a la Sarra

 El río Aguas Limpias tiene bien merecido su nombre.

Comida en Sallent de Gállego. 

Y aquí va mi homenaje a estas fieles compañeras. La goma ya era tan fina por el desgaste que se acabó rompiendo. Pero unas botas que son capaces de llevarte en este estado desde los más de tres mil metros en plena Gran Diagonal hasta el coche, casi 1.600 metros más abajo, sin desintegrarse, chapeau por ellas. (Detalle, estas botas se pagaron en pesetas. Creo que se han merecido el retiro).

Como he prometido al principio, este no ha sido un post más. Ha sido más largo de lo habitual aunque creo que lo merecía. Como también merece una reflexión todo lo que hicimos. Subir a Pirineos un viernes por la tarde-noche, hacer una actividad de este calibre y conducir el domingo hacia casa, con los cuarenta superados, dolores de espalda... ¡Estamos hechos unos chavales! (O no).

Nos vemos en las montañas.

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